Jorge Zepeda Patterson
08/01/2017 - 12:00 am
¿Qué habrían hecho en mi lugar?
Estaban tan encantados con su regreso al poder que se entregaron sin reservas al juego de espejos palaciegos y auto referenciales. Quedaron tan convencidos de sus propias campañas de publicidad, que nunca se tomaron la molestia de ver cuál era la situación real y el estado de ánimo del pueblo que los tocó gobernar.
Circula en redes sociales un meme que lo dice todo: un doctor con tapabocas, presuntamente en el quirófano y a punto de intervenir a un paciente, advierte “yo no soy cirujano, no sé nada de esto, se lo digo de corazón”. Es decir, más o menos las mismas palabras que utilizó Luis Videgaray al asumir el mando de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Encuentro algo de república bananera el hecho de que se designe como Canciller a un hombre por el simple mérito de tener amigos comunes con el yerno de Donald Trump.
Después de la actitud hostil y grosera que mostró el entonces candidato republicano tras su visita a México, a pesar de que Peña Nieto le dio un trato presidencial tan favorecedor para su campaña, no estoy seguro de que repetir la dosis de hacerle al Moctezuma y ponerle alfombra roja a este nuevo Hernán Cortés sea la mejor estrategia para resistir a lo que se nos viene encima.
La tragedia reside en el hecho de que México enfrentará la mayor amenaza de su historia reciente (la ofensiva de Trump) en los dos últimos años de un gobierno sin liderazgo, que hace rato agotó su capacidad para ofrecer respuestas viables a los problemas del país.
La frase de Peña Nieto para explicar el aumento en el precio de las gasolinas, “¿qué hubieran hecho ustedes?” es como la del cirujano: absolutamente reveladora. Es lo que argumenta alguien que se encuentra contra la pared en un último intento para justificarse, cuando todas las demás razones se han agotado.
¿Qué habríamos hecho nosotros? Para empezar no habríamos convertido los primeros cuatro años de gobierno en un ejercicio de frivolidad, corrupción y valemadrismo. Estaban tan encantados con su regreso al poder que se entregaron sin reservas al juego de espejos palaciegos y auto referenciales. Quedaron tan convencidos de sus propias campañas de publicidad, que nunca se tomaron la molestia de ver cuál era la situación real y el estado de ánimo del pueblo que los tocó gobernar.
Con su pregunta, Peña Nieto pretende que nos pongamos en sus zapatos. Una exigencia ilegitima porque él nunca se puso en los zapatos de tantos millones que viven bajo el apremio, la inseguridad y la injusticia. Millones que observaron durante cuatro años la manera en que gobernadores, legisladores, partidos políticos y funcionarios saqueaban a una escala nunca antes vista los recursos públicos.
René Delgado lo expresa con claridad impecable en su columna de este sábado en el diario Reforma: “¿Cuál es la diferencia entre los saqueadores de tiendas departamentales y los saqueadores de arcas nacionales? ¿Cuál es la diferencia entre los primeros y los gobernadores en fuga o en busca de amparo, fuero o fianza? ¿Cuál es la diferencia entre los primeros y los que piden moche por llevar servicios u obra pública a las comunidades?… ¿Con qué cara esa clase dirigente puede manifestar comprensión por el malhumor social y repudio de hechos delictivos, cuando de buen humor tolera que muchos de sus integrantes sin antifaz se llenen los bolsillos de dinero público?
Me temo que comienzan a acumularse las variables para que se genere en México una “tormenta perfecta” en los próximos años: primero, la amenaza externa brutal e impredecible que representa un gobierno estadounidense hostil y agresivo; segundo, el detonante que eso puedo provocar en los problemas acuciantes que ya arrastramos en materia económica y social; tercero, el grado de exasperación y rabia que se advierte muchos mexicanos ante el agravamiento de la situación; y cuarto, la incapacidad de los dirigentes para responder a la crisis que enfrentamos.
El desabasto de gasolina de hace una semana y sobre todo los saqueos de estos últimos días evocan escenas apocalípticas de tragedias tipo huracán Katrina en Nueva Orleáns y, más vagamente, imágenes de programas de televisión de zombis o similares. Lo que tienen en común esos escenarios, aún cuando procedan de la ficción, es que se caracterizan por una ausencia, momentánea o permanente, del imperio de la ley y el ejercicio de gobierno.
No, no creo que el gobierno de Peña Nieto vaya a desmoronarse ante nuestros ojos. Simplemente creo que la magnitud de los problemas y la pobreza de sus capacidades lo han desbordado. Y en tales circunstancias, para bien y para mal, la gente suele dar un paso al frente e intenta resolver su sobrevivencia. Sea un empresario agobiado por la situación, sea un vecino de una colonia marginal sin agua potable; sea un joven de 17 sin oportunidades de empleo. Nos esperan 20 meses más de lo mismo, pero en crescendo. Buena suerte a todos.
www.jorgezepeda.net
@jorgezepedap
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